Microviolencias laborales: cómo las agresiones silenciosas enferman al 30% de los trabajadores
No es para tanto", "eres exagerada"... Estas frases son síntomas de un entorno tóxico que afecta al 30% de plantillas
Las microviolencias son esas pequeñas agresiones que no se ven, ni se denuncian, porque a simple vista no parecen “tan graves”. Son frases, gestos, silencios o actitudes que, cuando se repiten día tras día, se convierten en una fuente constante de malestar emocional en el entorno laboral.
Qué son las microviolencias en el trabajo y por qué importan
Hablamos de microagresiones laborales cotidianas: comentarios aparentemente inocentes, interrupciones constantes, invalidación de opiniones o gestos que minimizan tu experiencia profesional. No son episodios aislados de conflicto, sino un patrón repetitivo que erosiona tu bienestar psicológico sin que muchas veces seas consciente de ello.
Lo que las hace especialmente peligrosas es su invisibilidad estratégica. Son lo suficientemente sutiles como para que, si las denuncias, te digan que exageras. Pero lo suficientemente hirientes como para dejarte agotada emocionalmente al final del día.
Ejemplos de microviolencias que seguro conoces:
“No te lo tomes así, era solo una broma.”
“Qué exagerada eres.”
“Tienes que hacer esto porque lo dice el jefe.”
“Deberías meditar, hacer yoga, hay muchas cosas que puedes hacer para relajarte.”
“¿Quién te ha dicho que no puedes hablar? Habla, mujer.”
“Tú siempre estás a la defensiva.”
“No es para tanto.”
Frases que parecen inocentes, pero que minan tu confianza y te hacen sentir que el problema eres tú. Y no lo eres.
El marco legal: microviolencias y riesgos psicosociales en PRL
Desde la Prevención de Riesgos Laborales (PRL), estas microviolencias forman parte de los riesgos psicosociales en el trabajo. La Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales establece que las empresas tienen la obligación de proteger la salud física y también psicológica de sus trabajadores.
Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, entre un 20 y 30% de los trabajadores europeos experimentan estrés crónico relacionado con estos factores psicosociales. En España, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST) reconoce las microviolencias dentro del espectro del acoso laboral de baja intensidad.
La trampa de la individualización del riesgo
Aquí viene una de las capas más perversas del sistema: cuando denuncias microviolencias, la respuesta organizacional suele ser ofrecer recursos para que tú te adaptes al problema (mindfulness corporativo, talleres de gestión emocional, coaching de resiliencia) en lugar de eliminar la causa estructural.
Es lo que se conoce como individualización del riesgo psicosocial: convertir un problema sistémico en responsabilidad individual. No es que necesites más yoga; es que necesitas un entorno que no te agreda constantemente.
Impacto real: qué le pasa a tu cuerpo y a tu equipo
La realidad es que estas microagresiones diarias generan ansiedad laboral, insomnio, fatiga emocional y, en algunos casos, problemas físicos como dolores musculares, migrañas o alteraciones digestivas. No estamos hablando de sensibilidad exagerada: estamos hablando de consecuencias médicas documentadas.
El efecto contagio: cuando la violencia se normaliza
Dato clave: estudios de psicología organizacional muestran que las microviolencias no solo afectan a la persona directamente implicada, sino que también disminuyen la productividad del equipo hasta en un 25%, porque generan un ambiente de tensión y miedo que se contagia.
Es como una piedra en un lago: la onda se expande mucho más allá de la persona que la recibe. Cuando una compañera recibe constantemente comentarios invalidantes, su rendimiento baja, pero además:
El resto del equipo aprende que ese comportamiento es aceptable
Se crea un clima de desconfianza donde nadie se arriesga a proponer ideas
Aumenta el presentismo (estar físicamente pero desconectado emocionalmente)
Se normaliza la cultura del silencio ante las agresiones.
Síntomas físicos: cuando el cuerpo habla
El cuerpo no miente. La exposición crónica a microviolencias activa tu sistema nervioso simpático de forma constante, manteniéndote en estado de alerta. Esto produce:
Tensión muscular crónica (cuello, hombros, mandíbula apretada)
Alteraciones del sueño: insomnio de conciliación, despertares a las 3-4 AM con pensamientos laborales
Fatiga que no mejora con descanso porque el agotamiento es emocional
Problemas digestivos: el estrés afecta directamente al sistema gastrointestinal
Migrañas recurrentes, especialmente los domingos por la tarde (ansiedad anticipatoria)
Sistema inmune debilitado: más resfriados, alergias, infecciones
“Eres muy sensible”: la microviolencia disfrazada de consejo
Muchas veces, cuando hablamos de microviolencias laborales, recibimos el clásico “eres muy sensible” o “deberías relajarte”. Esa respuesta no es casual: es una forma de gaslighting laboral que desplaza la responsabilidad del entorno a quien la sufre.
El gaslighting es una técnica de manipulación psicológica que te hace dudar de tu propia percepción de la realidad. En el contexto laboral, ocurre cuando:
Niegas repetidamente tus experiencias (”eso no pasó así”)
Minimizan tu reacción emocional (”lo estás dramatizando”)
Te hacen sentir culpable por poner límites (”no eres de equipo”)
Reinterpretan tus palabras de forma maliciosa
No es sensibilidad: es un desgaste emocional real, acumulado en cuerpo y mente. Es la respuesta natural de tu organismo ante un ambiente hostil que te invalida constantemente.
El desgaste invisible: cómo las microviolencias se acumulan
La tensión constante, la sensación de ser invalidada o ignorada, la frustración por no poder expresarte libremente termina acumulándose. Y lo peor: muchas veces ocurre en silencio.
Recuerdo a una amiga que salía de las reuniones con un nudo en el pecho, pensando que exageraba. No lo hacía. Su cuerpo estaba enviándole señales claras: dolor de espalda, insomnio y ansiedad leve, que no se ven pero se sienten.
Si alguna vez has vuelto del trabajo con la cabeza explotada de frases hirientes que otros olvidaron a los cinco minutos, sabes de lo que hablo. La herida no está en lo que se dice, sino en lo que se repite. Y cuando eso ocurre día tras día, el cuerpo grita lo que la boca calla.
La carga mental invisible
Además del daño emocional directo, las microviolencias generan una carga mental adicional:
Anticipar posibles agresiones (hipervigilancia constante)
Ensayar mentalmente respuestas para defenderte
Rumiación: repasar una y otra vez lo ocurrido
Gestión emocional constante para “no parecer débil”
Esfuerzo extra por demostrar tu valía profesional
Este trabajo emocional invisible agota tanto como las tareas productivas, pero no se reconoce ni se compensa.
Qué podemos hacer: estrategias de prevención y actuación
Primero, nombrar el problema. Validar lo que sentimos. Segundo, entender que no somos responsables de “arreglarnos” solas. El cambio pasa por exigir entornos laborales saludables, poner límites y buscar apoyo profesional si hace falta.
A nivel individual (sin culpabilizarte)
Documenta sistemáticamente: fecha, hora, contexto, testigos, frases exactas
Comunica asertivamente cuando algo te incomoda, sin justificarte
Busca red de apoyo: compañeras que validen tu experiencia
Acude a los canales formales: delegados de prevención, comité de seguridad y salud
Considera apoyo especializado: psicólogos laborales o terapeutas con perspectiva de género
A nivel organizacional (lo que las empresas DEBEN hacer)
Las empresas tienen obligación legal según la Ley de PRL de evaluar y prevenir riesgos psicosociales:
Protocolos específicos contra microviolencias, no solo contra acoso evidente
Formación obligatoria en comunicación no violenta para mandos intermedios
Evaluaciones de clima laboral con metodologías que detecten violencias sutiles
Canales de denuncia seguros, confidenciales y con garantías de no represalia
Medidas correctivas inmediatas cuando se detectan patrones
Por qué hablar de esto es político y urgente
Hablar de microviolencias no es drama ni exageración. Es ponerle nombre a un malestar real que merece atención y acción. Porque hablar de esto es político. Porque hablar de esto es urgente. Y porque el primer paso para cambiar es dejar de normalizar lo que nos hace daño.
Visibilizar las microviolencias es cuestionar estructuras de poder que se sostienen precisamente en esa violencia cotidiana e invisible. Es exigir que el bienestar laboral no sea un privilegio, sino un derecho. Es reconocer que tu salud mental importa tanto como tu productividad.
Cuídate mucho. Nos leemos a la próxima.
Referencias:
Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo. “Psychosocial Risks in the Workplace.” EU-OSHA, 2021.
Einarsen, S., Hoel, H., Zapf, D., & Cooper, C. Bullying and Harassment in the Workplace: Developments in Theory, Research, and Practice. CRC Press, 2020.
Hoel, H., & Cooper, C. “Destructive Conflict and Bullying at Work.” Manchester School of Management, 2000.







Muy asertado tu análisis y las recomendaciones de procedimiento.
Solo una puntualización en cuanto a lo que denominas "recursos para que tú te adaptes al problema (mindfulness corporativo, talleres de gestión emocional, coaching de resiliencia) en lugar de eliminar la causa estructural." Creo que una cosa es que la empresa busque con estos recursos y otra distinta es la profesionalidad de los profesionales que lo impartan. Estos recursos por supuesto que no van a solucionar las microviolencias si existen, pero te van a dar la fortaleza suficiente para exigir que se corrijan.
Gracias por exponer estos riestos psicosociales que en muchos casos se normalizan.
Me impacta lo invisible que pueden ser estas agresiones. En casa intento enseñar a mis hijos que las palabras y los gestos importan... y que es importante decirlo en voz alta.